martes, 20 de noviembre de 2012

El lago, sin lago



Un cuento escrito como homenaje a Ray Bradbury como si fueran huellas que quise dejar sobre su bellísimo texto "El lago" 
Sigan el enlace a "Axxón", considerada como una de las mejores de habla hispana en su género.

lunes, 12 de noviembre de 2012

"Usurpador" y enlace a la traducción de Tradabordo


Estoy inquieto desde que empecé a encontrar los indicios de que alguna ignota calamidad me acecha. Se que suena a superstición,  pero hace tres días que un vago temblor me ronda, aposentándose en la boca de mi estómago.
           Todo empezó exactamente el miércoles. Bajé a la cochera y junto a mi auto, un modelo de colección que forma parte de mis pasiones más profundas, encontré un triángulo rojo, húmedo y viscoso. Pareciera que alguien lo hubiera dibujado cuidadosamente: sólo para mis ojos, o como una señal.
        Todavía era temprano para el movimiento habitual del edificio. Salí antes que de costumbre, porque tenía que terminar un trabajo atrasado. Pero no lo había comentado con nadie.
        
         El jueves tenía que encontrarme con Lily, mi hermosa vecina del segundo B. Era nuestra tercera cita, y habíamos acordado pasar la noche solos en su departamento.
         Ese día crucé para ir al supermercado a comprar el postre y un buen vino, cuando de pronto una nube de hollín se esparció a mí alrededor. Pero lo más curioso, aparte de que nadie pareciera notarlo, fue que no me dejó siquiera una mota sobre el cuerpo o la ropa. Y a mis pies cayó una pluma negra que parecía recién arrancada. Miré hacia arriba; sólo había oscuridad. ¿Pájaros negros a esa hora, en plena ciudad?  No me pareció para nada racional.
        Aún así pasé una gran noche, que me ayudó a desdramatizar los hechos. Es más, casi lo olvidé todo en la dulzura de aquel cuerpo, y aquellos labios. No dije nada porque podría parecerle una estupidez o, lo que es peor, hacer que me tomara por raro. Me gusta tanto que realmente me importa su opinión.
        
        Por fin llegó el ansiado viernes, precursor del fin de semana. Mientras desayunaba analicé mi vida en pequeños flashes coloridos, y tuve que convenir conmigo mismo en que es una buena vida. De hecho, se que muchos me envidian.  Pero entonces hubo un tercer indicio, el más aterrador.
        Al llegar al edificio que alberga la oficina en que trabajo, una mujer joven, con los ojos desorbitados, se abalanzó sobre mí aferrándome de las solapas y gritando.
     –– ¡Ahora viene por vos! ¡Viene por vos!         
     ¡Imagínense que les sucediera algo así! Chillaba histéricamente. Seguramente me puse pálido, porque sentí que las fuerzas me abandonaban.
         Enseguida el personal de vigilancia la redujo y llamó a la policía para que se hiciera cargo.
Pero aún en medio del forcejeo, seguía con sus gritos.      
         ­­–– No pudo hacerlo porque alguien que pasaba lo vio… sólo uno a la vez. Uno a la vez. Pero ahora tampoco es él… ¡Entendélo!  No es él… no es él.
        Por fin se la llevaron. Su voz, que desapareció a la distancia mezclada con el ulular de las sirenas, quedó grabada a fuego en mi cabeza.
        ­­­­
        Me sentí avergonzado al ver varios pares de ojos fijos en mí, y como se repartían codazos y cuchicheos entre los que se habían reunido. Pero al fin y al cabo la mujer no tenía nada que ver conmigo; eso hizo que pudiera desligarme rápidamente del asunto.
­­       ––No se preocupe que todo está bajo control ––dijeron. Esta mujer ha reportado crímenes inexistentes. No se sabe como pudo escapar del psiquiátrico donde estaba internada.
         Sin embargo, la expresión de terror y las cicatrices en la cara aún bella, me impresionaron profundamente.

  Salgo de trabajo y empieza a llover. Voy a ir un rato al bar para dejar pasar ese momento ambivalente que precede a la noche. Me pone melancólico.
         Ya terminé mi copa. ¡Que rápido se esfumó la luz del día! Veo que afuera hay un hombre parado bajo la lluvia. Su cara es apenas una sombra inmóvil entre el cuello alto, y el ala del sombrero.
         Es hora de irme. Al pasar a su lado un hálito frío roza mi nuca, y empiezo a sentir sus pasos rápidos detrás de mí.
        Lleno de un espanto tal vez irracional, trato de adelantarme, aunque presiento que es inútil. Y es así. En un breve minuto estoy acorralado.
        Giro para enfrentarlo y apenas puedo ahogar un grito. En el lugar en que debería haber un rostro, no hay más que una masa pálida. Pero mi silencio no es bien recompensado.
        Unos dedos como garras que emergen de los bolsillos raídos, comienzan a desgarrarme las entrañas. Mientras, su rostro va transformándose lentamente al compás de mi agonía. Antes del fin, puedo reconocerme totalmente en su encarnadura diabólica.




Entrevista a Nedda González Núñez - Tradabordo

lundi 12 novembre 2012


Nedda González Núñez
Nedda est l'auteure de « Usurpateur », la nouvelle traduite par Joachim Zaoui pour notre anthologie « Lectures d'ailleurs », une sympathique rencontre au hasard des méandres d'internet.
Merci à Nedda et merci à Joachim !

1) ¿Cuánto hace que escribe y qué la impulsó a escribir?
Empecé a escribir en el año 2000, cuando se estrenó la primera parte, de “El Señor de los anillos”. Gracias a la película supe que había una “Asociación Tolkien Argentina”. Me puse en contacto con ellos y me suscribí a su página de literatura, que funcionaba como un taller. Era un momento de cambios en la vida familiar y sentí la necesidad de tener una actividad especial que enriqueciera mi vida.

2) ¿Qué clase de lectora es?
Desordenada y ecléctica, o viceversa.

3) ¿Cuáles han sido sus principales fuentes de inspiración llegado el momento de escribir – ya sean del campo literario u otros?
Los disparadores conscientes son los autores que admiro, como Tolkien, Borges, Bradbury, Cortázar,  Le Guin, Carroll,  Jorge Amado o las hermanas Brontë, entre otros. Pero tengo una forma de ver la vida y un mundo que guardo en el inconsciente, que terminan por impregnar lo que escribo.

4) ¿Cuando escribe, piensa en el « lector », si así fuera, quién / cómo / dónde está?
No suelo pensar en posibles lectores mientras escribo. Sí, cuando el texto está terminado, cuando releo para corregir. Pienso en la impresión o sensación que podría causar en alguien que lo lea. Mis lectores son pocos, a algunos tengo el placer de conocerlos personalmente o por internet, e intercambiar con ellos lecturas y opiniones. Otros, anónimos, disparan mi imaginación por más que hayan entrado una sola vez a alguno de mis blogs. ¿Qué hace allí alguien de Turquía,  Indonesia o África del Sur? ¿Cómo llegaron? ¿Leyeron algo a través del traductor, o simplemente entraron y se fueron? ¿Habré logrado transmitirles alguna emoción por ínfima que sea? ¿Cuáles son sus nombres, cómo es su estilo de vida, su forma de pensar? Así que quién y cómo, son conceptos que no podría definir porque cada individuo es único. Eso sí deberían estar en cualquier parte del, mundo! Eso es lo más fascinante, que no haya fronteras.

5) Cuando está falto de inspiración, ¿dónde o cómo la encuentra de nuevo?
Tengo que esperar; es la ventaja de no ser famoso ni profesional. Siempre es ella la que me encuentra.

6) ¿Nos puede hablar un poco del cuento traducido aquí?
Estaba invitada a un grupo que tiene un enorme talento para escribir, historias muy breves. No tengo tanto poder de síntesis y me pierdo, entre tantas buenas historias. Escribí “Usurpador” en muy pocas, líneas, casi como un ejercicio. Después de verlo publicado pensé que tenía posibilidades de transformarse en una historia más compleja, y comencé a imaginarla.

7) ¿Qué impresión le causa saber que su cuento está siendo traducido?
Aunque no es mi primer texto traducido a idioma extranjero, no deja de maravillarme. Cuando era estudiante, mi segunda lengua era el francés. Lo leo, y percibo como se mantiene la atmósfera que traté de describir. Estoy feliz y agradecida de que haya sido tomado en cuenta.

8) ¿Qué opinión le merecen las nuevas tecnologías en lo que a literario se refiere?
Me parecen una plataforma accesible y con futuro, es el medio que más utilizo. Si bien prefiero las ediciones en papel, no es fácil publicar. Aunque aquí en Argentina se están abriendo alternativas, nuevas e interesantes.

9) ¿Si estuviera en el lugar de Rilke,  qué consejos le daría a un « joven poeta / escritor »?
Volver la mirada hacia sí mismo, es uno de los grandes consejos de Rilke que seguramente debe quedar plasmada en la obra. Pero el tiempo pasa y aunque los sentimientos básicos universales no cambien, sí ha variado la manera de expresarlos. Tal vez en tiempos como estos, globalizados hasta llegar a transformarse en un pequeño caos, habría que añadir una mirada más profunda y flexible al entorno. Y estar preparado para los cambios vertiginosos que provocan la nueva moral y las nuevas tecnologías, sin perder la magia. Porque es mágico transitar un mundo lleno de promesas y frustraciones donde con algo de suerte el último adelanto no pueda ganarle a un abrazo, una lágrima, o un ramo de flores.

jueves, 8 de noviembre de 2012

En el aniversario del nacimiento de Bram Stocker " Bajo la estación de subterráneos"

Versiones en español y rumano, publicadas en la revista 
Horizon Literar Contemporan.



En la estación de subterráneos se respiraba impaciencia. Laura miró su reloj. Si lograba transbordar antes de diez minutos, tendría tiempo de tomar un café con Joaquín antes de entrar a clase. Por fin el tren llegó, ondulando sobre los rieles.
     Se mezcló con los pasajeros y se sentó en el último vagón. Las puertas se cerraron, las luces parpadearon un par de veces, y languidecieron dejando el vagón en una semi penumbra. Laura maldijo para sus adentros, porque no podría echar un último vistazo a sus apuntes.
     Miró a su alrededor y se encontró con la mirada descarada de un hombre joven y muy delgado, de cabello lacio y oscuro. Estaba parado cerca de una de las puertas, y algo en él hizo que se sintiera incómoda.
     No era la primera vez que lo veía, pero nunca le había prestado atención. En la rápida mirada que le dedicó le pareció que su ropa era anticuada. Notó su extrema palidez y que los ojos, demasiado brillantes, estaban rodeados por profundas ojeras. Pero enseguida se distrajo en otros pensamientos.    
     Las estaciones se sucedieron con rapidez y pronto llegó el momento de hacer combinación con la otra línea. Bajó, y se rezagó un poco para no amontonarse con el resto de la gente.
    
     En pocos segundos sucedieron dos cosas inesperadas: un chico le arrebató el bolso y escapó corriendo por el andén casi vacío, y el hombre del tren se acercó a ella y la tomó por un brazo.
      ¾Vamos a buscarlo ¾le dijo¾ no puede estar muy lejos.
     Laura lo encaró bruscamente:
   ¾¡Suélteme! ––le dijo.
   ¾Sólo quiero ayudarla ¾respondió, sin hacerle el más mínimo caso.
     De pronto se sintió mareada, y cambió de parecer. Pensó en sus pertenencias. No  llevaba mucho dinero, pero sí sus documentos, llaves... y las cartas de Joaquín.
     Mientras, el ladronzuelo se coló por una puerta estrecha y despintada que se abría donde terminaba la pared azulejada del andén.
    
     De un tirón Laura se soltó del brazo que la retenía y en un gesto de audacia poco común en ella, comenzó a correr detrás del chico sin pensarlo dos veces.
     Entró en un pasillo largo y mal iluminado, que parecía descender suavemente. Contra las paredes cubiertas de graffitti se apilaban flojamente rollos de cable y alambre. El aire era frío y estaba enrarecido.
     Sólo se escuchaba el sonido de pasos: delante, el golpeteo de los pies del chico, luego sus propios pasos, rápidos y firmes y, por último, otros pasos más lentos y sigilosos que cerraban la marcha.
     El pasillo desembocó en un amplio salón de techo abovedado con varias columnas manchadas de humedad, y Laura titubeó. El piso estaba mojado.
     Al detenerse escuchó su propia respiración agitada y un goteo monótono que caía en algún rincón. Una rata asustada emitió un chillido agudo, y escapó hacia la oscuridad
     La sala terminaba en una pared gris en la que se veía una única abertura alta y estrecha. Del ladronzuelo, ni rastros.
    
     De pronto una mano fría se posó en su hombro, arrancándole un grito ¡Era el hombre del tren! 
    Quedaron frente a frente. Él la miraba intensamente con sus ojos demasiado brillantes y ella sintió miedo. Un miedo que no le permitía moverse. Cada vez sentía su aliento más cerca hasta que, con verdadero espanto, vio relucir unos colmillos que se acercaban a su cuello. Apenas la rozaron, un fino hilo de sangre manchó el blanco impecable de su blusa. Se estremeció y él se apartó. La miró con sorna, y la dejó ir.
      Con un esfuerzo sobrehumano, Laura corrió hacia la abertura del fondo; era su única alternativa. Se encontró en el rellano de una escalera oscura que descendía... quien sabe hasta dónde. Pero lo único que le quedaba por hacer era seguir adelante.
     Perdió la noción del tiempo; ya no sabía cuanto hacía que bajaba, hasta que su corazón comenzó a latir furiosamente ¡Escuchó voces! ¡Un poco más abajo se escuchaban voces!
     Apuró el paso. La escalera se abrió a otra amplia sala ruinosa, en la que todavía se notaban los vestigios de un lujo decadente. Allí, vestidos con ropas raídas y de distintas épocas, había hombres, mujeres y niños que pálidos y envilecidos, deambulaban por los pasillos polvorientos y parecían esperarla
      ¾No la toquen, es para él ¾repetían con voz monótona una y otra vez, dejándola correr sin sentido ni dirección entre las puertas rotas y las cortinas de terciopelo rasgadas.
     Y es que había llegado a lo más profundo bajo la estación de subterráneos, refugio y cárcel a la vez de las almas perdidas que beben sangre para tratar de aplacar su sed eterna.
    Desde un principio todo había sido una trampa, un juego cruel. Y ahora llegaba Él. Él, que convertía a sus víctimas en amantes suicidas o en hijos de su negro corazón, despojándolos de toda humanidad.
      Laura comprendió todo en su último instante de lucidez. Ya se acercaba a ella sonriendo, tendiéndole sus manos pálidas. Sabía que había perdido la partida, porque estaba deseando que la alcanzara...

SUB STAŢIA DE METROU

În staţia de metrou plutea nerăbdarea. Laura îşi privi ceasul. Dacă s-ar fi transbordat în zece minute, ar fi avut timp să ia o cafea cu Joaquín mai înainte de a intra la clasă. În cele din urmă trenul sosi, balansându-se pe şine.
Se amestecă printre călători şi se opri în ultimul vagon. Uşile se închiseră, luminile clipiră câteva de câteva ori şi încremeniră, lăsând vagonul în penumbră. Laura blestemă în sinea ei, pentru că nu putea să mai arunce o privire pe notiţele ei. Privi în jur şi întâlni privirea neruşinată a unui bărbat tânăr şi foarte suplu, cu părul drept şi închis la culoare. Stătea în picioare lângă una din uşi, şi ceva din el o făcu să se simtă incomod.
Nu era pentru prima dată când o vedea, dar niciodată nu îi dăduse atenţie. În privirea fugară pe care i-o dedică i se păru că rochia ei era demodată. Reţinu paloarea sa extremă şi că ochii, prea strălucitori, îi erau înconjuraţi de cearcăne adânci. Dar apoi au furat-o alte gânduri.
Staţiile se succedară rapid şi curând veni momentul să schimbe linia. Încetini şi zăbovi un pic, ca să nu se amestece cu ceilalţi.
În câteva clipe se petrecură două lucruri neaşteptate: un puşti îi smulse geanta şi o luă din loc fugind pe platforma aproape goală, iar omul din tren se apropie de ea şi o luă de braţ.
- Hai după el, nu poate să fie prea departe.
Laura îl înfruntă brusc:
- Dă-mi drumul! îi spuse.
- Nu vreau decât să te ajut, răspunse, fără să facă nici un caz.
Dintr-o dată se simţi ameţită şi se răzgândi. Se gândi la lucrurile ei. Nu-i fuseseră luaţi mulţi bani, dar îi luase documentele, cheile ... şi scrisorile de la Joaquín.
În timpul acesta, micul hoţ se strecură prinbtr-o uşă îngustă, unde se termina peretele acoperit cu faianţă al platformei.
Cu o smucitură, Laura se eliberă din strânsoarea braţului care o ţinea şi, cu un gest de curaj puţin obişnuit pentru ea, începu să alerge după băiat, fără să mai stea pe gânduri.
Intră într-un coridor lung şi prost luminat, care părea să coboare uşor. Pe pereţii acoperiţi cu grafitti se îngrămădeau parcă role de sârmă şi cabluri. Aerul era rece şi rarefiat.
Nu se auzea decât zgomotul paşilor dinainte, bocănitul picioarelor băiatului, apoi propriii paşi, rapizi şi hotărâţi şi, în ultimul rând, alţi paşi mai înceţi şi reţinuţi încheind marşul.
Cordorul dădea într-o cameră de zi spaţioasă cu un tavan boltit, sprijinit pe mai multe coloane colorate de umezeală şi Laura avu un moment de ezitare. Podeaua era udă.
Oprindu-se, ea îşi ascultă propria-i respiraţie agitată şi o picurare monotonă care cădea într-un colţ oarecare. Un şobolan speriat scoase un chiţăit ascuţit şi dispăru în întuneric.
Încăperea se sfârşea cu un perete gri, în care se vedea o singură deschizătură, înaltă şi îngustă. De micul hoţ nici urmă.
Deodată, o mână rece se puse pe umărul ei, smulgându-i un ţipăt. Era omul din tren!
Rămaseră faţă în faţă. El se uita ţintă la ea cu ochii săi prae strălucitori, şi ea simţi teamă. O teamă care nu îi dădea voie să se mişte. Îi simţea respiraţia tot mai aproape până ce, cu adevărat îngrozită, văzu nişte colţi care se apropiau de gâtul ei. De-abia o atinse, şi un fir subţire de sânge îi pătă albul rochiei. Se cutremură şi el se trase de-o parte. O privi cu dispreţ, şi o lăsă să plece.
Cu o sforţare supraomenească, alergă până la deschizătura din fund, era singura ei alternativă. Se pomeni pe o scară întunecată, care ducea dumnezeu ştie până unde. Dar singurul lucru care-i rămânea de făcut era să meargă înainte.
Pierdu noţiunea timpului, nu mai ştia de cât timp cobora, până ce inima îi începu să-i bată furios. Auzi glasuri! Un pic mai jos se auzeau glasuri.
Ea grăbi pasul. Scara dădu în altă cameră ruinată, unde totuşi se mai puteau vedea urmele unui lux decadent. Acolo, îmbrăcaţi în haine ponosite, erau bărbaţi, femei şi copii cu chipuri palide şi livide care umblau prin holurile prăfuite şi păreau să o aştepte.
- Nu o atingeţi, e pentru el! repetau cu voce monotonă, lăsând-o să alerge fără rost şi fără ţintă între uşile căzute şi perdelele rupte de catifea.
Şi când a ajuns la cel mai adânc nivel al staţiei de metrou, refugiu şi carceră în acelaşi timp a sufletelor pierdute care beau sânge pentru a încerca să-şi potolească setea eternă.
De la început, totul fusese o capcană, un joc crud. Şi acum sosea El, care-şi transforma victimele în amante sau în fii ai sufeltului său negru, despuindu-i de orice urmă de omenie.
Laura înţelese totul în ultima sa clipă de luciditate, pentru că se apropia de ea surâzând, ţinând-o de mâinile palide. Ştia că pierduse partida. Dorea să o cuprindă în braţe...

Traducción: Daniel Dragomirescu.