domingo, 29 de abril de 2012

Siesta

          

Me mimetizo y entrevero con las hojas de revés áspero. El entramado que las sostiene sombrea un contrapiso absurdo, rodeado por la nada. Mi piel se transmuta en savia y palo. No le temo a la araña gigantesca que se acerca a mí tozuda y rápida.
         
          Mis ojos se vuelven amarillos al ver que del otro lado de la enramada, un domador de bigotes retorcidos hace restallar su látigo. Puedo sentir como de un zarpazo y un mordisco, lo dejaría reducido a un amasijo de carne lacerada y huesos rotos.
         
          Entonces ondulo, como la mismísima serpiente del paraíso. Taimada y cruel, atraigo a mis enemigos para dejar que se aniquilen mutuamente.
         
          Después, ya vencidos mis demonios y temores, me lanzo al vacío. La manta extendida bajo el sol y tus brazos, me reciben ilesa.



Publicado en la Antología “Manos que cuentan”
Editorial Dunken 2008.

1 comentario:

efa dijo...

Bravo Nedda, me llevaste y me trajiste ileso.

Besos